En la última década, el auge de las plataformas de streaming ha revolucionado la forma en que consumimos cine y televisión. Netflix, Amazon Prime, Disney+ y otras plataformas han transformado el panorama de la distribución cinematográfica, desafiando el dominio de las salas de cine y reconfigurando la manera en que las audiencias acceden a los contenidos. Este cambio ha traído consigo debates sobre la sostenibilidad del modelo tradicional de distribución, el impacto en los cineastas independientes y la redefinición del éxito en la industria. En este contexto, el Grado en Cine de la Universidad del Atlántico Medio, una titulación única en Canarias, prepara a los futuros profesionales para comprender y aprovechar las oportunidades que ofrecen estos nuevos modelos de distribución.
Durante gran parte del siglo XX, las salas de cine fueron el epicentro de la experiencia cinematográfica. Sin embargo, con la llegada de plataformas como Netflix en 2007, el modelo tradicional comenzó a tambalearse. En 2022, un informe de PwC estimó que el 70% de las audiencias globales consumían películas a través de servicios de streaming, mientras que solo el 30% seguía optando por las salas de cine como su principal forma de ver películas.
La pandemia de COVID-19 aceleró esta transición. Entre 2020 y 2021, el cierre de cines en todo el mundo obligó a los estudios a estrenar sus producciones en plataformas digitales. Películas como Soul (Disney+) y The Irishman (Netflix) se convirtieron en éxitos de streaming, demostrando que las audiencias estaban dispuestas a pagar por ver estrenos desde casa. Aunque las salas de cine han vuelto a abrir, muchas de estas nuevas costumbres de consumo han perdurado.
Tradicionalmente, el éxito de una película se medía por su recaudación en taquilla. Sin embargo, en el modelo de streaming, métricas como el número de reproducciones, horas vistas y nuevos suscriptores se han convertido en los indicadores clave. Por ejemplo, Netflix reportó que Red Notice fue vista más de 364 millones de horas en sus primeros 28 días, convirtiéndose en su película más popular de todos los tiempos.
El streaming ha democratizado el acceso al cine, permitiendo que películas independientes y de cineastas emergentes lleguen a audiencias internacionales. Películas como Roma de Alfonso Cuarón, estrenada en Netflix, lograron no solo reconocimiento global, sino también premios como el Oscar a Mejor Película Extranjera en 2019. Este modelo permite que producciones en idiomas menos globales, como el español o el coreano, encuentren su espacio en el mercado global.
Plataformas como Amazon Prime y Hulu han apostado por adquirir derechos de películas independientes, ofreciendo a los cineastas una alternativa viable a los circuitos tradicionales de distribución. Manchester by the Sea, distribuida por Amazon, ganó dos premios Oscar en 2017, demostrando que el streaming puede competir de igual a igual con los estudios convencionales.
Las plataformas de streaming no solo distribuyen contenido, sino que también producen películas originales. Esto elimina intermediarios, reduciendo costos y permitiendo una mayor flexibilidad creativa para los cineastas. Ejemplos notables incluyen Marriage Story de Noah Baumbach y The Power of the Dog de Jane Campion, ambas producidas y distribuidas por Netflix.
El auge del streaming ha puesto en peligro la supervivencia de las salas de cine, especialmente de aquellas independientes. Entre 2019 y 2021, más del 25% de los cines en Europa cerraron de manera permanente, según un informe de la Unión Internacional de Cines (UNIC). Aunque las películas de gran presupuesto como Avatar: The Way of Water siguen atrayendo multitudes, muchas otras producciones han optado por lanzamientos digitales exclusivos, dejando a las salas con menos opciones competitivas.
El rápido crecimiento de las plataformas ha llevado a una saturación del mercado. En 2023, un informe de Deloitte señaló que más del 60% de los suscriptores de streaming habían cancelado al menos una suscripción debido al costo acumulativo de múltiples servicios. Esto plantea preguntas sobre la viabilidad a largo plazo de tantos actores en el mercado.
Si bien el streaming ha abierto puertas para algunos cineastas, también ha generado una competencia feroz. Las películas con presupuestos modestos a menudo luchan por destacar en un mar de contenido, y muchas corren el riesgo de quedar relegadas al olvido sin el respaldo adecuado en marketing y promoción.
En respuesta a la disrupción del streaming, muchos estudios han adoptado modelos híbridos que combinan estrenos simultáneos en cines y plataformas digitales. Por ejemplo, Black Widow de Disney+ y Dune de Warner Bros. tuvieron lanzamientos duales en 2021, permitiendo a las audiencias elegir cómo disfrutar las películas. Aunque esta práctica ha generado controversia entre los cineastas tradicionales, parece ser una solución que equilibra la experiencia cinematográfica con las nuevas demandas del consumidor.
Las plataformas están invirtiendo cada vez más en algoritmos de recomendación y contenido personalizado para retener a los usuarios. Esto significa que los cineastas deberán considerar cómo optimizar sus proyectos para captar la atención en este ecosistema digital, algo que el Grado en Cine de la Universidad del Atlántico Medio enseña a sus estudiantes al abordar la relación entre tecnología, creatividad y distribución.
El impacto del streaming no es una amenaza, sino una oportunidad para los cineastas que sepan adaptarse. Comprender cómo funcionan estas plataformas, desde sus modelos de distribución hasta su análisis de datos, se ha convertido en una habilidad esencial para quienes buscan destacar en la industria. En este sentido, el estudio de la cinematografía a nivel profesional ofrece una formación integral que capacita a los futuros profesionales para aprovechar al máximo estas herramientas, permitiéndoles contar historias que lleguen a audiencias globales.
La transición hacia un modelo dominado por el streaming está redefiniendo las reglas del cine, pero también está ampliando sus posibilidades. Las plataformas han demostrado que el cine puede ser universal, accesible y diverso. El desafío ahora es encontrar un equilibrio entre la innovación tecnológica y la preservación de las experiencias tradicionales, asegurando que el arte del cine siga evolucionando sin perder su esencia.